El efecto de las bajas temperaturas en los alojamientos ganaderos

Las bajas temperaturas del invierno son un riesgo para la salud del ganado. Los animales sufren un fenómeno de adaptación fisiológica y de aclimatación al entorno en que viven conforme se van produciendo los cambios estacionales. Pero, además, según el tipo de alojamiento, la repercusión de las bajas temperaturas es diferente.

El efecto de las bajas temperaturas en los alojamientos ganaderos

Los animales recién nacidos y los lactantes son los que presentan un mayor riesgo frente a las bajas temperaturas porque su sistema de respuesta contra el frío no está tan desarrollado como en los adultos. Pero ¿a partir de qué temperatura aumenta el riesgo? Pues bien, varía según las especies ganaderas, pues unas están mejor aclimatadas al frío que otras. Por ejemplo, el ganado ovino soporta temperaturas mucho más bajas que las gallinas.

Efectos negativos del frío

Los efectos negativos del frío en la salud se empiezan a observar a temperaturas relativamente moderadas (de 4 a 8 °C), por ello, aunque el riesgo aumenta a medida que la temperatura disminuye, la mayor carga de enfermedad y de mortalidad se produce en los días de temperaturas moderadas debido a que son más frecuentes.

En los tipos de producción menos intensificada y al aire libre, el principal riesgo es la hipotermia, especialmente en las crías recién nacidas. La hipotermia tiene lugar cuando el cuerpo no es capaz de cubrir las pérdidas de calor por el frío, y la temperatura del animal se sitúa por debajo de sus valores normales (entre 38,5 y 41,5 °C, según especies). Es en este punto en el que se tienen que tomar medidas para evitar consecuencias irreversibles.

En el otro extremo, las producciones ganaderas intensivas están ligadas en muchos casos al alojamiento de un gran número de animales dentro de un mismo edificio. Este confinamiento, sobre todo si va acompañado de hacinamiento y de una ventilación deficiente (por ejemplo, para no perder calefacción), predispone a los animales a padecer enfermedades, sobre todo de tipo respiratorio. Estos riesgos para la salud del ganado son mayores cuando el ambiente del local resulta insano por deficiencias de construcción o de manejo del edificio, o descuidos y negligencia en la limpieza e higiene de este.

Reacción de los animales

Por tanto, si la temperatura ambiental es muy baja, los animales reaccionan haciendo que su organismo produzca más calor. La mayor producción de calor se consigue aumentando la actividad muscular y las reacciones metabólicas productoras de energía en los tejidos corporales. Todo esto conlleva un mayor consumo de alimentos como fuente de energía, lo cual empeora los índices de transformación y el resultado final de la explotación. De ahí la importancia que tiene el control de la temperatura en el interior de los alojamientos ganaderos y su mantenimiento dentro de límites confortables.

Conclusión

En un entorno en el que cada vez más las explotaciones tienen que tender hacia modelos de producción sostenibles desde el punto de vista medioambiental, es fundamental un buen diseño de los alojamientos. Este deberá basarse en las necesidades particulares de cada especie y adecuarse a cada fase de producción (maternidad de ganado porcino, engorde de terneros, etc.), sin olvidar prestar una especial atención al aislamiento y a la ventilación. De esta manera, se consiguen múltiples beneficios. No solo se evitan problemas sanitarios en los animales (con la consiguiente reducción de tratamientos y del uso de antibióticos), sino que se produce también un ahorro notable en alimentación (el mayor capítulo de gasto en una explotación ganadera) y energía, que cada día es más escasa y costosa.

Un buen aislamiento y ventilación de los alojamientos ayuda a prevenir problemas sanitarios en el ganado y convierte a las explotaciones en más sostenibles.