Uno de los principales retos a los que se enfrenta la ganadería de vacuno lechero es el estrés por calor. En las regiones cálidas y durante la temporada estival se reduce la ingestión de alimento, se resiente en consecuencia la cantidad y la calidad de leche producida por las vacas, además de perjudicar al rendimiento reproductivo.
Los factores climáticos como la temperatura pueden ser responsables de hasta un 10 % de la variación en la producción de leche. Cuando tiene lugar el llamado estrés por calor disminuye la producción de leche por el menor consumo de alimento y en consecuencia se reduce la concentración de proteína y grasa lácteas. De la misma manera, se inhibe la conducta de rumia, se produce inmunodepresión y como resultado aumenta la incidencia de algunas enfermedades. Además, caen drásticamente los índices reproductivos, se inhibe la ovulación y la expresión de la conducta del celo.
¿Qué es el estrés térmico?
La sensación de calor no depende solo de la temperatura ambiente, sino que resulta de la interacción de varios factores: la mencionada temperatura ambiente, la humedad relativa, la ventilación y la radiación solar.
A partir de la temperatura ambiente y de la humedad relativa se obtiene el índice de temperatura y humedad (ITH). Cuando el ITH es superior a 72, o incluso no tanto en vacas de alta producción, los animales empiezan a sufrir estrés por calor. La combinación de temperaturas y humedades relativas altas es la que resulta más problemática.
Además de la raza, otros factores que pueden influir en la intensidad del estrés térmico son el nivel de producción, la cantidad y la calidad del alimento, así como el estado de salud y de la hidratación del animal. De esta manera, una vaca al inicio de la lactación genera un 48 % más de calor que una vaca seca.
Efectos sobre las vacas de alta producción
Entre los mecanismos fisiológicos que utilizan los animales se encuentran el aumento de la frecuencia respiratoria, el jadeo y el sudor. A nivel hormonal, se activa la respuesta de estrés con la liberación de glucocorticoides y otras hormonas, que da como resultado los efectos negativos mencionados anteriormente.
Estos cambios fisiológicos se acompañan de alteraciones en la conducta de descanso. Así, las vacas de leche aumentan el tiempo que están de pie inmóviles, reduciendo el tiempo de descanso, para maximizar su superficie corporal en contacto con el aire y la disipación del calor por convección. Sin embargo, esto tiene unas consecuencias graves sobre la producción y aumenta el riesgo de lesiones como las cojeras.
De la misma manera, el estrés por calor aumenta la sensación de hambre y de sed por una reducción de las visitas al comedero y de la ingestión de materia seca, empeorando la condición corporal de las vacas. En este sentido, la deshidratación se asocia a un aumento del cansancio neuromuscular y de la incoordinación de los movimientos, favoreciendo el riesgo de lesiones en las extremidades.